19 de mayo de 2006

La Nueva Ola


Mientras que cuando uno es chico este es el tipo de relación más común, y enfrentémoslo, realmente es la única que nos interesa y la única que podríamos llevar a cabo, cuando uno crece pierde la capacidad para sobrellevarlas. Si en la infancia supimos vivir romances unilaterales con una gama de seres que va desde compañeritos de segundo grado, hasta Harrison Ford y el pato Donald, es ahora cuando finalmente entendemos que a medida que pasan los años se hace cuesta arriba llevar una vida sana cuando tu novio imaginario es un fugitivo, o a un ave de corral.
El objeto puede ser alguien con el que alguna vez estuviste, alguien que tiene novia, alguien que no sabe y nunca va a saber lo que pensás de él, o alguien que está solo, desesperado, y fue informado en reiteradas ocasiones sobre tu voluntad de hacerle compañía, pero aun así no muestra interés alguno en vos.
Poco te importa si está dispuesto a ser parte de la relación o no, vos te encaminás en ella sola. Te arreglás todos los días como si fueras a verlo, a pesar de que la última vez que supiste de él fue en navidad, te comportás como si fueras a verlo esa noche, todas las noches, porque a pesar de que no estás clínicamente loca, y de que no es algo de lo que particularmente te enorgullezcas, en los momentos más hostiles, todavía te gusta jugar a que él es tu novio.
Y siempre comparás y descartás chicos en base a él, como si él fuera una opción, quedándote sin el pan y sin la torta, porque a veces un pan te busca, pero la torta siempre te ignora.
De tanto invertir tiempo en él, creaste todo un mundo a su alrededor, que tiene su escenario, su banda de sonido, su vestuario, sus diálogos y sus escenas para mayores de 18 años.
Pero cuando te querés dar cuenta, estás extrañando cosas que nunca pasaron. Añorando recuerdos ajenos. No podés disfrutar de esas tardes de domingo británicamente melancólicas. No podés ocuparlas con algo que no sea acordarte de cosas, sobre todo de cosas que nunca pasaron. Y mientras escuchás la New Wave reglamentaria que sigue a la resaca del sábado a la noche, la misma música de la noche anterior, pero con otra perspectiva, sin la gente, sin el alcohol, sin el olor a humo y bajo la luz del día. Ahora ya no suena igual, no es así como deberías escucharla. Se suponía que ibas a estar en los suburbios, y que iba a hacer calor, e iba a ser de tarde, e ibas a tener una campera con capucha y estampado de cebra, y olor a cerveza en la ropa.
Y vos sola creaste el mito de que los domingos deberían ser diferentes, o tal vez fue otra persona, tal vez lo recuerdos también eran de esa persona, ya no lo distinguís.
No vas a decidirte a que sería remotamente posible que esos recuerdos te sean propios.
No vas a plantarte y resolver que alguien que te ignora no merece tu atención, y decididamente no estás dispuesta a resignar esa vida que no tenés.
¿Qué te queda? El tiempo dirá, y dirá que esa vida no viaja con él, viaja con vos. Que ya sabés que siempre hay alguien más, y que en cuanto tengas puesto tu buzo de cebra, estés escuchando a los Housemartins y huelas a cerveza, ya vas a estar a salvo.

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