Al igual que en un solo segundo te das cuenta de que alguien te gusta, solo hace falta un segundo más para que todo se termine definitivamente. Es como el amor a primera vista pero al revés. Después de todo, te la viste venir, todos los días descubrías algo de él que te hacia sentir vergüenza ajena y que, anticipando la reacción, evitabas contarle a tus amigos. Estudia jardinería, su película favorita es Conan, el Bárbaro, escucha Maná, tiene faltas de ortografía, usa remeras de El Extraño Mundo de Jack, no sabe quiénes son los Strokes, ve Videomatch, hoy vino tuerto, te habla y se olvida, te invita a salir y se olvida, bla, bla, bla, etc, etc, +(&UI^%&*^&g$B$&u=ç. Todas las personas tienen algo que no te va a gustar, pero en el caso de él, era un montón de cosas que no te gustaban, que tenían a una persona. Y lo que antes era un príncipe, ahora se parecía mas a un pedazo de carne hervida entre dos panes alargados. A pesar de todo esto no te dignabas a reconocer que no era para vos. Le perdonaste todos esos... ¿defectos? Creyendo que debía haber algo más, tiene que haber algo más, no te podés haber equivocado tanto, no querés dejar de gustar de él. Y con tal de no quedarte sin un objeto para tu afecto, llevás tu negación hasta las últimas consecuencias. Al principio, en el afán de seguir engañándote, lo ves como una ventaja, después de todo, (irónico juego de la naturaleza) el momento en el que más sexy te sentís es cuando te das cuenta de que el chico que te gusta es menos interesante que vos, cuando te sentís por encima de él, cuando casi ni te gusta, es ahí cuando te convertís en la zorra capaz de seducirlo. Pero a la racionalización le ganó la realidad, así como cuando en el segundo en el que te das cuenta de que te enamoraste de esa persona que hasta ahora no te llamaba la atención alrededor de su figura aparecen pequeños ángeles en pequeños pañales tocando el arpa, liebres corriendo en círculos, y hasta un unicornio bebiendo agua bajo el arco iris, ahora parece ser escoltado por un penetrante olor a salchicha, pilas de cartones, y una inexplicable cantidad de cáscaras de banana. Lo ves todos los días, pero particularmente hoy, cuando te miró a los ojos y te tocó, te diste cuenta de que no sentías absolutamente nada. Gualicho, macumba, hechizo o sincero amor ciego, ya había terminado. Lo saludás con tu cara más cordial y te das vuelta sabiendo que mañana cuando te arregles frente al espejo no va a ser por él, es hora de buscar otro.
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