19 de mayo de 2006

Era Por Eso Que Cantaba Barbra Streisand


Sí, sí, sí, cuando tenés una cita programada es el mejor momento de todos. Sabés que en seis, cinco, cuatro, tres días, vas a ser transada, sí o sí. Te van a ver por la calle con un hombre que no es ni tu hermano ni tu amigo Ariel, “La reina de Ciudad Evita”. Durante esos días ya no te interesa saber más nada del chico con el que vas a salir, lo único importante es saber que hay una cita, fuera de eso, preferís evadirlo y pasar la semana haciéndote expectativas al por mayor e ilusionándote. No necesitás que él haga o diga algo fuera del libreto que termine por bajarte a la tierra. Ahora sí podés ponerte a chatear con esos amigos con los que no hablás hace tanto, ¡porque ahora sí tenés algo para contar! Podés llamar a todas las amigas con novio sin tener pánico de que te pregunten "¿Qué es de tu vida?” ¡Nunca quieren saber qué es de tu vida! ¡Solo quieren saber si por fin tenés novio! Y si te invitan a una fiesta, o a salir, accedés gustosa, porque finalmente tenés algo por lo cual salir a festejar, no sería como salir a fingir que sos feliz y disfrutás. Dejás en la tele películas como Sintonía de amor, Jamás besada y Solo Tú, porque lo único que querés es seguir llenándote la cabeza con azúcar. Ahora realmente entendés por qué Annie va al Empire State en Sintonía de amor, y por qué Barbra Streisand canta tanto en Hello Dolly, aunque para ser honesta, solamente prestás atención al 50 por ciento de la trama, el resto del tiempo, solo fantaseás, sabiendo que pronto vas a ser parte de ese romántico y emocionante mundo. Finalmente podés ir al cine con tu mejor amigo, sin sentir ganas de llorar cada vez que recordás que éste es tu mejor plan para el sábado a la noche, o cada vez que el acomodador te da dos asientos contra la pared en la última fila, y mientras guiña un ojo les dice “Buenos asientos, ¿no, chicos?”. Es en estos momentos en los que creés que tu vida se vuelve completamente impredecible, y perdés la capacidad de hacer planes a largo plazo. En el caso de que alguien te invite, por ejemplo, a irte a Santa Teresita en las vacaciones, vos no aceptás, claro, por que imaginás que tal vez tengas planes mejores, como estar haciendo nudismo en una playa de Copacabana con el flaco untándote Caipirinha. Así que por las dudas, cancelás todos los compromisos que tenías de acá a un año. También aprovechás estos momentos de felicidad para deshacerte de todas las mierdas que te recuerdan al último chico con el que saliste, ya no necesitás aferrarte a ese pasado para no sentirte carente de hombres, y además, necesitás espacio para llenarlo con nuevos boletos, servilletas sucias, fotos, CD’s de bandas que no te gustan, y todo tipo de artículos sin valor monetario alguno. Hasta podrías volver a terapia, solo para que la psicóloga vea que ahora tenés algo más para contar, aparte de que te sentís sofocada porque tu mamá levanta el teléfono cuando estás hablando. Pero mejor no, sería muy humillante contarle todo esto a alguien con un diploma. Por último, te olvidás de todo el conocimiento y gusto musical que te tomó tantos hombres conseguir, y te dedicás exclusivamente a escuchar a Ashlee Simpson, y el soundtrack de Legalmente Rubia, las piezas más alegres y alentadoras que hay en tu discoteca. Y las mismas canciones que tenías vedadas por recordarte lo mal que te sentías, ahora se reivindican transformándose en himnos de un futuro prometedor. La cuenta regresiva llega a su fin, y es la semana que más disfrutaste en mucho tiempo, pura y exclusivamente porque sabias que había algo esperándote al final. Ahora se terminan la ilusión y la fantasía, es hora de tu cita.

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