15 de diciembre de 2007

El Efecto Pigmalión

“Lo más hermoso y realmente genial de las mujeres es que saben que no saben. Y lo más errado y peligroso es que sabiendo que el hombre tampoco sabe, le dejan creer lo contrario”.
Enrique Symns


Si es verdad (y es verdad) que las mujeres les copiamos las afinidades a los hombres, con cada uno de ellos vamos absorbiendo más gustos, más intereses y más conocimientos sobre diversos temas (los temas que les interesan a ellos, claro). La razón por la cual nosotras nos amoldamos a sus gustos y ellos no a los nuestros, sea tal vez que a diferencia de ellos, nosotras confiamos ciega, sorda y locamente en su criterio.
A medida que cambiamos de chico, cambiamos de estilo y de afinidades, y a la larga nos vamos quedando con las cosas que una vez que ese chico ya no está, nos siguen interesando. Los conocimientos se van sumando uno a uno, y después de dos o tres chicos ya aprendiste unas cuantas cosas, que por supuesto usarás astutamente para enamorar al cuarto. Y así. Después de ocho o nueve intelectuales no hay razón por la cual no puedas aspirar a un Woody Allen o a un Norman Mailer.

Es así como te leíste todos los saldos de la generación beat que pudiste encontrar en la calle Corrientes, escuchaste y entendiste todos los discos que ellos alguna vez escucharon, o nombraron, o tocaron, o sobre el que posaron sus ojos. Buscaste en el diccionario todas las palabras rebuscadas que usan, y que exceden tu humilde y escueto vocabulario de chica de barrio. Mientras se te caían los mocos de tanto aburrimiento, viste cine western hasta que te empezó a gustar. Todo en un intento de ser digna de ellos, de diferenciarte de la Jésica Cirio cualquiera.
Pero no importa cuánto esfuerzo hagas, o cuántos discos de pasta abulten tu colección, siempre va a haber una razón por la cual no es suficiente. Cuando creés estar bien lejos de Jésica Cirio, el muy ingrato se atreve a juzgarte porque hay algo que no sabés, porque a pesar de que hay tantas otras cosas que sí sabés, no tenés idea de lo que es una anacruza. Parece entre indignado y decepcionado de que no sepas eso, de que no sepas todo, y se encarga de hacértelo notar usando sutiles y diplomáticas frases como “¡No puede ser que no sepas eso!”, “No puedo creerlo, ¿en serio me estás hablando?”, “Entre esto y que nunca escuchaste a Miles Davis…”, y la doblemente insultante “¿A tu edad no sabés eso?”.

De repente todo eso que admirabas se convierte en algo insoportable. Su inteligencia se convierte en soberbia, y su intelectualidad en esnobismo. No sabés si esas demostraciones las hace para impresionarte o para probarse a él mismo cuán capaz es. Probablemente sea la segunda opción. Y ahí entendés que la razón por la cual sigue juntándose con vos no es porque le interese lo que digas, o porque aprenda del intercambio, lo único que busca es poder desplegar sus conocimientos frente a alguien que pueda admirarlos y valorizarlos, frente a quien pueda sentirse el intelectual que quiere ser. Encontró el espejo que le devuelve la imagen que quiere ver, y cual Narciso embelesado no puede despegarse de esa imagen de él, no puede despegarse de vos.
Hasta que un día muerde la mano de quien le alimenta (el ego) cometiendo el pecado de dejar ver su sentimiento de superioridad, y con opiniones que probablemente plagió de manera textual de algún resumen de apuntes para estudiantes universitarios, quiere mostrarte de manera descarada cuanto más leído que vos es. Pero andá a lavarte el culo. Andá a hacerte el Susan Sontag a otro lado. Pocas chicas (incluidas su mamá y sus novias) deben haber tenido tantas palabras de admiración para con él, pocas deben haber hablado tantas veces en su favor, o haber estado dispuestas a defenderlo sin miramientos.
¿Acaso todas las chicas que se agarró (o que quiso agarrarse) sabían lo que era una anacruza? ¿Habían escuchado los mismo discos que él, y leído los mismos libros, y aprendido a amar los westerns? ¿Acaso a alguna de ellas le exigió algo de eso? La inteligencia y el talento son encantadores cuando uno no es consciente de ellos, y en el terrible caso de estar al tanto, lo más sensato es guardar el secreto. No vas a soportar la soberbia de alguien que dice que solo discute estos temas con gente que sepa lo que es una anacruza. Semejante esfuerzo y estás en la misma categoría de ignorante que la pobre Jésica Cirio. Con la única diferencia de que con vos está desilusionado por no saber lo que es esa bendita anacruza, y con ella está caliente, y poco le importa lo de la anacruza. Un punto para Jésica Cirio.

1 comentario:

  1. Seducción, que se transforma en ilusión, que promete protección, pero que ataca y debilita, hasta ser otro ladrillo más en la pared.

    A modo de complemento:
    A kind of magic
    El autoritarismo y el sabelotodo
    Lucha de poderes II

    Tu groupie :-)
    --m

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